La vida celestial

Gozamos las alegrías celestes,

por ello evitamos lo terrestre.

No se oye en el cielo

ningún ruido.

Todo vive en profunda paz.

¡Llevamos una vida seráfica

y, al mismo tiempo, estamos gozosos!

¡Llevamos una vida seráfica!

¡Bailamos, saltamos,

brincamos y cantamos!

¡San Pedro desde el cielo lo contempla!

¡San Juan suelta el corderito,

el carnicero Herodes lo acecha!

¡Llevamos un dulce corderito,

paciente e inocente,

a la muerte!

¡San Lucas degüella el buey,

sin cuidados ni miramientos!

El vino no cuesta un maravedí

en la bodega del cielo.

¡Los angelitos amasan el pan!

¡Buenas legumbres de todas clases

crecen en el huerto celestial!

¡Buenos espárragos, alubias

y todo lo que uno desee!

¡Escudillas llenas están dispuestas!

¡Buenas manzanas, buenas peras, buenas uvas!

¡Y los hortelanos que todo lo permiten!

¿Quieres corzo, quieres liebre?

¡Están corriendo por las calles!

Cuando llega una fiesta,

todos los peces acuden nadando.

Allí corre San Pedro,

con su red y su cebo,

para la pesca divina.

¡Santa Marta será la cocinera!

Ninguna música en la tierra

a la nuestra puede ser comparada.

¡Once mil vírgenes se atreven a bailar!

¡Hasta Santa Úrsula se echa a reír!

Ninguna música en la tierra

a la nuestra puede ser comparada

Santa Cecilia y sus parientes

son excelentes músicos de corte.

Las voces celestiales alegran los sentidos.

Todo, todo despierta alegría.

Éste es el texto del cuarto movimiento de la Sinfonía número 4 de Mahler; en realidad existía ya antes en su colección "des Knaben Wunderhorn ["El Cuerno Maravilloso del muchacho"]". Se basa en una canción popular bávara. En un principio iba a incluirla al final de su tercera sinfonía, pero no le pareció adecuado. La obra, ha de decirse, fue rechazada por el público.

Traigo a colación el movimiento porque solistas del Tölzer Knabenchor han recreado esta vida celeste de forma magistral. Os recomiendo la grabación de Helmut Wittek (muy conocido por intervenir en las Cantatas de Teldec) junto a la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam bajo la dirección de Leonard Bernstein. La podéis comprar aquí.

En septiembre de 2007, el genial soprano Andreas Mörwald puso voz a estos ingenuos versos: ¿quién mejor para expresar la inocencia de la vida que se nos recrea y lo sublime de la música angelical de aquellas regiones, sin parangón en la Tierra? A Andi lo acompañó la Filarmónica de Berlín dirigida por Helmut Oehring. ¡Fue una interpretación memorable, única!

El gran Alan Bergius, también participante en las Cantatas de Teldec y en el DVD del Oratorio de Navidad con Harnoncourt (DGG), intervino en esta obra con la Filarmónica de Viena dirigida por Bernstein. Lástima que sólo exista la grabación de Wittek.